5 años ago · Sara Ortega · 0 comentarios
Tú el mar, Yo la luna.
Sola, Sentada en la orilla pensativa, sonríe internamente con la mirada entreabierta fijándose en el horizonte. Y Sin darse cuenta, de repente, aparece él en su mente.
Sofocada por las últimas palabras:
Eres como el mar, se afirma a sí misma.
Por eso me vuelves loca: a veces te entiendo calmado, silencioso, rítmico, lleno de luz.
A veces no comprendo porqué cambias tan rápido, te agitas, te enfureces, oscureces.
Subes y bajas como la marea caprichosa de querer llegar lejos y te echas para atrás arrepentido con silencios.
Eres capaz de albergar el mayor de los caos pero también la calma.
A veces me dejas navegar en tu profundidad, a veces me pierdo en tu inmensidad y, a veces, me ahogas con tu intensidad.
Qué tontería, se dice intentando relajarse:
También consigues llevarme a la superficie cuando más lo necesito, y me refrescas la mente y el cuerpo en los momentos más calurosos. Nunca navego a la deriva aunque la oscuridad de la noche amenace. Me coges la mano e izas las velas surcando las olas con firmeza.
Acariciarte y mirarte es como tocar el agua cuando el viento te da en la cara.Por eso me vuelves loca, porque no hay lugar en la tierra donde quiera quedarme a vivir si no es navegando sobre ti.
Eres como el mar y yo como la luna. Juntos nos entendemos aunque a veces nos ausentemos.